Indiscutiblemente son una de las más importantes medidas, los protectores solares son reconocidos mundialmente como pilar en la terapia antienvejecimiento. Es importante contar con un protector medicado que certifique un factor de protección solar (FPS) de al menos 30, y la aplicación varias veces al día, ya que el sudor, el contacto con agua y las pérdidas insensibles de agua se encargan de removerlo progresivamente de la piel. El efecto principal esperado es la prevención del daño genético y otros cambios que dependen del envejecimiento extrínseco, aunque también tienen un efecto antioxidante debido a que disminuyen la producción de radicales libres. Conoce más sobre fotoprotección aquí
La piel hidratada es mejor en todo sentido con respecto a una piel seca. Una buena hidratación puede eliminar los defectos más superficiales, permite una mejor absorción de medicamentos, disminuye la sensación de comezón y proporciona una mejor homeostasis para todo el ambiente cutáneo, lo que implica un notable aumento en la eficiencia de los procesos reparativos necesarios para combatir el paso del tiempo. A medida que envejecemos, la capacidad intrínseca de la piel de mantener agua se pierde progresivamente, por lo que es importante mantener una adecuada barrera lipídica en la superficie, que evite que el agua se escape hacia el exterior, lo que se puede lograr con una adecuada hidratación.
Varios antioxidantes se han empleado para disminuir el efecto oxidativo que causa envejecimiento. Los que cuentan con más evidencia son los que se basan en vitamina C, vitamina E, y productos con selenio. La aplicación tópica de estos productos provee a la piel altas concentraciones de medicamento (comparada con la ingesta oral) y una reserva antioxidante que puede durar varios días después de la aplicación.
